El cerebro es, sin duda, el órgano más complejo e importante de nuestro cuerpo. De hecho, está implicado en todas las funciones y tareas que realizamos en nuestro día a día, además de permitirnos seguir vivos. Y es que no solo sirve para pensar, razonar o hablar, sino también para que podamos hacer cosas tan básicas como caminar, respirar, soñar, llorar, sonreír…
Pero, el cerebro, como cualquier otro órgano de nuestro cuerpo, también puede funcionar mal por diferentes causas y provocar una actividad anormal que afecte a todo nuestro cuerpo. Una de esas alteraciones son las convulsiones, de las cuales seguro has oído hablar, pero…
¿Sabes cuáles son las causas de esta alteración, qué pruebas se realizan para su diagnóstico o qué tratamientos existen? ¡Sigue leyendo! Te lo contamos a lo largo de este artículo.
Una convulsión es una alteración que provoca la interrupción de la actividad de las células nerviosas en el cerebro, lo que hace que los músculos se contraigan involuntariamente y tengan espasmos, llevando a movimientos repentinos, violentos e irregulares.
Existen muchos tipos de convulsiones y un episodio puede afectar a todo el cuerpo o limitarse a una parte determinada, como un brazo o una pierna. Además, puede durar unos segundos o continuar durante un periodo prolongado, lo que también aumenta el riesgo de lesión.
El aspecto de una convulsión depende de qué la está causando y de la parte del cerebro afectada. Así, entre los posibles síntomas de una convulsión se encuentran los espasmos involuntarios, temblores repentinos, rigidez del cuerpo, mandíbula apretada, confusión, babeo, pérdida del control de los intestinos o la vejiga, náuseas, lagunas en la respiración o pérdida total o cercana del conocimiento.
Es importante que las convulsiones no se confundan con los temblores. Además, una convulsión puede estar asociada con una serie de afecciones médicas, que vamos a ver en el siguiente apartado.
Generalmente, cuando ocurre una convulsión, se requiere un profesional de la salud, como un neurólogo o un especialista en enfermedades infecciosas, para que determine la razón por la que ocurrió. Entre las causas más comunes de convulsiones se encuentran las convulsiones epilépticas, las febriles, las no epilépticas y las inducidas por medicamentos.
La epilepsia es una afección neurológica crónica que implica convulsiones recurrentes no causadas por otra afección conocida. En este sentido, las convulsiones epilépticas se caracterizan por alteraciones eléctricas en el cerebro y existen varios tipos, pero no en todas se producen convulsiones:
Por otro lado, las convulsiones febriles son provocadas por una fiebre alta. Este tipo de convulsiones son más comunes en bebés y en niños de entre 6 meses y 5 años que tienen un aumento repentino de la temperatura corporal. De hecho, este cambio puede ser tan rápido que ni siquiera se dé cuenta de la fiebre hasta la convulsión.
Los síntomas incluyen temblores severos, rigidez y, en ocasiones, pérdida repentina del conocimiento. Además, tienden a aparecer el primer día de fiebre y solo duran unos minutos.
Aunque es aterrador, una convulsión febril suele ser inofensiva. No obstante, se debe buscar atención médica si una de estas convulsiones dura más de 10 minutos.
Las convulsiones no epilépticas pertenecen a una amplia categoría de afecciones que no son causadas por alteraciones eléctricas en el cerebro. Algunos de ellos pueden ser psicógenos, es decir, que tienen orígenes psicológicos.
Otras pueden ocurrir como resultado de una infección que causa una inflamación en el cerebro y la liberación de toxinas que interrumpen las señalas eléctricas. Las lesiones cerebrales también pueden interrumpir la actividad eléctrica y no se considera epilepsia si solo hay un evento.
Entre las causas más comunes de las convulsiones no epilépticas se encuentra el trauma cerebral, tumor cerebral, encefalitis, meningitis, sepsis, cetoacidosis diabética, golpe de calor, desequilibrio grave de electrolitos, insuficiencia renal aguda y enfermedad celíaca pediátrica.
Por otro lado, las convulsiones relacionadas con los medicamentos pueden ser provocadas por una reacción a ese fármaco mientras que las relacionadas con las drogas son inducidas por unas que provocan un aumento repentino de las sustancias químicas que sobreestimulan el cerebro o una caída repentina de las sustancias químicas destinadas a regular la actividad eléctrica del cerebro.
Para diagnosticar la causa de una convulsión, un médico analizará el historial médico y, posteriormente, realizará un examen físico. De esta forma, además de ver los síntomas, elegirá las pruebas que pueden ser necesarias para conocer la causa.
Una de estas pruebas suele ser un examen neurológico, que es una serie de pruebas en el centro para evaluar el estado mental, la función motora, el equilibrio, la coordinación, los reflejos y las respuestas sensoriales. En general, este examen puede ayudar al médico a determinar si la convulsión se produjo debido a un problema en el sistema nervioso.
Si se sospecha de un trastorno neurológico, es probable que el médico ordene un electroencefalograma (EEG), una prueba no invasiva en la que se conectan electrodos a la cabeza y estos miden la actividad eléctrica en el cerebro.
En algunos casos, un EEG puede requerir una estadía en el hospital durante la noche para “detectar” un episodio convulsivo.
Por otro lado, también se pueden solicitar análisis de sangre para detectar signos de infección, desequilibrios de electrolitos y marcadores generalizados de inflamación, y un informe de toxicología de medicamentos.
Los análisis de sangre pueden medir la cantidad de hormona prolactina y esto puede ayudar a determinar si los episodios convulsivos son por la epilepsia o por otro trastorno.
Los estudios de imagen pueden buscar evidencia de lesiones cerebrales o tumores, así como signos de sangrado, coágulos o derrame subdural (una acumulación anormal de líquido en el cráneo).
Un médico también puede querer excluir causas en las que la convulsión no está intrínsecamente relacionada con la disfunción neurológica, lo que es especialmente importante si se trata de un primer episodio convulsivo. Algunos ejemplos son sacudidas mioclónicas, migraña, ataque de pánico o episodios psicóticos, entre otros.
En cuanto al tratamiento, si las convulsiones se vuelven frecuentes, el médico puede recetar medicamentos que ayuden a prevenirlas. No obstante, las opciones de tratamiento dependerán de la causa.
Si, por ejemplo, resulta ser una infección, una lesión en la cabeza o una crisis diabética, se administrará el medicamento adecuado en función de ello. En algunos casos, el problema puede resolverse con una solo visita, pero otros pacientes pueden requerir cuidados intensivos y hospitalización.
Si los medicamentos son los culpables, un cambio de tratamiento o un ajuste de dosis puede ser suficiente para prevenirlos. Además, la epilepsia, generalmente, se trata con medicamentos antiepilépticos, junto con una dieta cetogénica, neuroestimulación sensible y cirugía.
Si una persona experimenta convulsiones en la mayor parte de su cuerpo, hay varias prácticas que debemos conocer de primeros auxilios para poder ayudarle. Lo primero que hay que hacer es asegurarse de que la persona no está en peligro, es decir, que no hay objetos afilados o duros alrededor.
Entre las prácticas a realizar se encuentra:
Es importante no colocar nada en la boca ni intentar sujetarla y, si es posible, llevar un registro del tiempo para poder decirle al equipo médico de emergencia cuánto duró la convulsión. De hecho, cuantos más detalles se pueda proporcionar, más se puede ayudar al equipo médico a descubrir la causa del episodio convulsivo.
Si se trata de una convulsión febril, hay que tratar de bajar la fiebre quitándole mantas adicionales y ropa pesada, además de ofrecer tranquilidad.