Desde 1980, el número de personas que padecen diabetes se ha casi cuadruplicado. La prevalencia de esta enfermedad está aumentando en todo el mundo y, aunque las causas de este incremento son complejas, esta se debe, en parte, al aumento del número de personas con sobrepeso u obesidad y a la inactividad física generalizada.
Existen dos tipos de diabetes, tipo I y II, y ambas pueden provocar complicaciones en diversas partes del organismo e incrementar el riesgo de muerte prematura. La diabetes tipo I está causada por una deficiencia de la producción de insulina, por lo que las inyecciones diarias de insulina son esenciales para mantener una buena salud.
Además, las personas que padecen este tipo de diabetes deben comer adecuadamente, evitar que los niveles de glucosa en sangre bajen o suban demasiado y controlar los niveles de azúcar en sangre.
Por su parte, la diabetes tipo II se caracteriza por una resistencia a la insulina. En este sentido, la dieta y el ejercicio pueden ser suficientes para controlar los niveles de glucosa en sangre, pero, cuando no lo son, se pueden recetar medicamentos antidiabéticos.
En este artículo, vamos a explicarte qué son los antidiabéticos orales, cuáles son sus funciones, los tipos que hay y sus indicaciones y contraindicaciones. ¿Estás preparado?
Los antidiabéticos orales son fármacos que se utilizan para tratar la hipoglucemia en la diabetes mellitus tipo II (no insulinodependiente), por lo que son eficaces cuando el páncreas produce cierta cantidad de insulina.
Generalmente, se utilizan junto con intervenciones no farmacológicas, que incluyen dieta, ejercicio y educación para la salud. Así, estos fármacos están disponibles como monoterapia o terapias combinadas, y la última implica dos (o con menos frecuente, tres) fármacos antidiabéticos y/o insulina. Si deseas formarte y ampliar tus conocimientos en este tema, puedes estudiar nuestro Experto en Investigación y Desarrollo de la Educación en Salud.
Es importante destacar que los fármacos antidiabéticos no están diseñados para curar la diabetes, pero sí para ayudar a los pacientes a mantener su condición bajo control y reducir el riesgo de complicaciones.
Por eso, las personas con este tipo de diabetes pueden necesitar tomar medicamentos antidiabéticos durante toda su vida para controlar sus niveles de glucosa en sangre y evitar la hipoglucemia y la hiperglucemia.
Muchos casos de resistencia a la insulina son asintomáticos debido al aumento normal de la secreción de insulina y otros pueden controlarse, como hemos dicho anteriormente, con dieta y ejercicio. Por eso, esta terapia con fármacos puede estar dirigida tanto a aumentar la secreción de insulina como a aumentar la sensibilidad a la insulina o la penetración de estas en las células.
Como hemos dicho anteriormente, la indicación principal de estos antidiabéticos es el tratamiento de la diabetes mellitus II no controlada, ni dietéticamente ni con la realización de ejercicio físico.
En este sentido, los fármacos antidiabéticos se distinguen entre cinco tipos o familias: sulfonilureas, biguanidas, metiglinidas, tiazolidinedionas e inhibidores de la alfa-glucosidasa. Vamos a ver cada una de ellas a continuación.
En primer lugar, las sulfonilureas. Estas constituyen el grupo de antidiabéticos más utilizado actualmente y están indicadas para el tratamiento de la diabetes mellitus tipo II no asociada a obesidad. Ejercen su acción principal sobre las células Beta, donde estimulan la secreción de insulina y reducen, por tanto, la glucosa plasmática.
La mayoría de las sulfonilureas se excretan con la orina, por lo que su efecto es mayor en ancianos y en pacientes con insuficiencia renal. Algunos de los fármacos pertenecientes a este grupo son tolbutamida y clorpropamida, glibenclamida, glipizina, etc.
Las biguanidas también están indicadas para el tratamiento de la diabetes mellitus II asociada a obesidad, pero estas lo que hacen es reducir la producción hepática de glucosa y aumenta su utilización por el tejido muscular.
Este grupo actúa de modo que se alcanzan niveles de normoglucemia, consiguiendo dicho efecto por un aumento de la sensibilidad a la insulina por parte de los tejidos periféricos, actuando como posreceptor. El fármaco más relevante del grupo es la metformina.
La metformina ejerce varios efectos fisiológicos que contribuyen a su capacidad de disminuir la hiperglucemia en este tipo de diabetes, pero también reduce significativamente la glucemia plasmática en ayunas, la glucemia pospandrial y el valor de la HbA1c de forma independiente de los niveles circulantes en sangre.
Asimismo, también disminuye el colesterol total y las concentraciones plasmáticas de ácidos grasos libres y tiene un efecto anorexigeno, contribuyendo a la disminución de tejido adiposo y de peso en los pacientes obesos.
Las metiglinidas, o secretagogos no sulfonilureas, estimulan la secreción de insulina por el páncreas. Tienen un mecanismo similar al de las sulfonilureas, pero difieren en el lugar en el que se unen al receptor. Comparadas con estas, tienen un inicio de acción más rápido y un efecto hipoglucemiante más corto (2-4 horas).
Se metabolizan en el hígado y se eliminan por vía biliar, por lo que pueden utilizarse en casos de insuficiencia renal moderada. Uno de los fármacos más destacados de esta familia es la acarbosa, que actúa inhibiendo unas enzinas situadas en la pared del intestino delgado. Esta acción origina un retraso y, por lo tanto, una disminución de la absorción de glucosa a nivel intestinal.
Otro de los tipos de antidiabéticos orales son las tiazolidindionas, que reducen la resistencia a la insulina en el tejido adiposo, músculo e hígado. Generalmente, se utiliza en el tratamiento de la diabetes mellitus tipo II coadyuvante al tratamiento con metformina o sulfonilureas.
El efecto de las tiazolidinedionas sobre la glucemia es de comienzo lento y su efecto máximo no se consigue hasta después de 1-2 meses de tratamiento. Estas reducen la síntesis hepática de glucosa y aumentan la captación de glucosa por el músculo, favoreciendo así la eficacia de la insulina endógena y disminuyendo la cantidad de insulina exógena necesaria para mantener un determinado nivel de glucemia en alrededor de un 30%.
Por último, se encuentran los inhibidores de la alfa-glucosidasa, que retardan el paso a través de la barrera intestinal. Su efecto primario es disminuir los valores de glucemia posprandial y, en consecuencia, los niveles de insulinemia posingesta.
Dentro de este grupo, encontramos la acarbosa inolicada para el tratamiento de la diabetes mellitus tipo II como monoterapia en pacientes que presenten hiperglucemias pospandriales, principalmente.
La administración de acarbosa a largo plazo incrementa la masa de bacterias del colon, fundamentalmente, las lactobacterias, incrementando la fermentación bacteriana de los hidratos de carbono y la acidificación de las heces. Se ha evidenciado que reduce los niveles de hidroxibutirato, de la hiperamonemia y del pH intestinal.
Para que los inhibidores sean efectivos, precisan administrarse con el primer bocado de la ingesta y, como es lógico, su eficacia se aprecia más cuanto mayor sea la ingesta de carbohidratos.
Para hablar sobre las contraindicaciones de los fármacos antidiabéticos, vamos a seguir la clasificación que hemos explicado en el apartado anterior.
Así, en primer lugar, nos vamos a centrar en las sulfonilureas. Este grupo de medicamentos está contraindicado en personas con diabetes mellitus tipo 1, personas embarazadas, lactancia y en personas que padecen una insuficiencia renal.
Asimismo, entre sus reacciones adversas, se encuentra la hipoglucemia, alteraciones hematológicas (aplasia medular, agranulocitosis, trombocitopenia…), alteraciones cutáneas (exantema, prurito, eritema, nodoso…), alteraciones gastrointestinales (náuseas, vómitos, colestasis), alteraciones tiroideas (hipotiroidismo subclínico transitorio), efecto renal (secreción inadecuada de ADH con efecto diurético), efecto antabus (clorpropamida) y reacciones pulmonares difusas, como neumonitis.
Las contraindicaciones de las biguanidas se pueden dividir en dos: absolutas y relativas. En absolutas se encuentran las personas con diabetes tipo I, insuficiencia renal, alcoholismo, insuficiencia hepática, insuficiencia respiratoria, desnutrición importante, gestación o lactancia.
En las relativas está el uso de contrastes yodados, frecuentes infecciones, insuficiencia cardíaca congestiva grave y preparación quirúrgica. En este sentido, es importante advertir al paciente de que debe suprimir la toma de biguanidas 24-48 horas antes de la intervención quirúrgica.
En cuanto a las reacciones adversas, estos fármacos pueden provocar alteraciones gastrointestinales (diarreas, náuseas, vómitos, dolor abdominal), alteraciones gustativas, acidosis láctica y efectos anorexígenos.
Las metaglinias están contraindicadas en pacientes con hipersensibilidad a la repaglinida, en diabetes mellitus tipo I, cetoacidósis diabética, embarazo y lactancia, niños menores de 12 años y en personas con alteraciones graves de la función hepática o renal.
Al igual que sucede con las sulfonilureas, su efecto adverso principal es la posibilidad de inducir hipoglucemias. Sin embargo, se ha observado una incidencia menor. Otros efectos son trastornos visuales, alteraciones gastrointestinales (vómitos, náuseas, dolor abdominal, diarrea…), cuadro pseudogripal, rinitis, bronquitis y dolor de espalda.
En cuanto a los inhibidores de la alfa-glucosidasa, las contraindicaciones se encuentran en el tratamiento en monoterapia de la diabetes mellitus tipo I, pacientes con trastornos gastrointestinales y en el embarazo y lactancia.
En cuanto a las reacciones adversas, pueden provocar alteraciones gastrointestinales (flatulencia-meteorismo, diarreas, dolor abdominal, náuseas y vómitos) y efectos secundarios que son dependientes de la dosis, del tiempo y de la dieta.