No hay duda de que la radiología tiene una gran importancia para la salud y es una herramienta de diagnóstico clave para muchas enfermedades y para el seguimiento del tratamiento y la predicción de resultados. Se trata de una rama de la medicina que utiliza imágenes para el diagnóstico.
Entre sus múltiples y diversas modalidades, se encuentra la radiografía de tórax y, en ella, uno de los signos radiológicos menos frecuentes, pero muy significativo, es la Joroba de Hampton.
En este artículo, no solo te vas a explicar qué es la joroba de Hampton y cuál es su historia, sino que también te contaremos en qué consiste una radiografía de tórax y qué se puede revelar con ella. ¿Preparado?
La joroba de Hampton es un signo radiológico clásico de la embolia pulmonar. Se trata de una opacidad en forma de cono con base pleural bien definida, que representa hemorragia y tejido pulmonar necrótico en una región de infarto pulmonar. Este infarto puede estar causado por una embolia pulmonar aguda.
Así, el margen medial de la opacidad muestra con frecuencia una “joroba” curvada media dirigida hacia el corazón. Esta opacidad se produce como consecuencia de una hemorragia por el doble aporte sanguíneo de las arterias bronquiales.
La Joroba de Hampton se suele localizar a través de una radiografía de tórax y su presencia ayuda a diagnosticar la embolia pulmonar, de la cual hablaremos más adelante.
Generalmente, si es provocada por hemorragia y edema, la joroba de Hampton se resuelve en una semana, pero si es un infarto, lo hace más lentamente y deja cicatriz.
Esta opacidad fue descrita originalmente en 1940 por el radiólogo estadounidense Aubrey Otis Hampton (1900-1955). Este profesional revisó una serie de 370 casos de embolia pulmonar comprobada por autopsia. Así, encontró que el infarto pulmonar se encontraba en casi el 70% de los casos y la posterior necrosis de la pared conducía a una hemorragia pulmonar y una cicatriz.
Después de 24-72 horas, la necrosis de la pared alveolar y la hemorragia llevaban a la consolidación pulmonar (el infarto/joroba), que, a menudo, deja cicatrices si el suministro de sangre sigue siendo escaso y el paciente no sucumbe.
Además, Hampton encontró que, en pacientes sin enfermedad cardíaca, el área del infarto, generalmente, sanaba sin dejar cicatrices. Sin embargo, los pacientes con insuficiencia cardíaca congestiva tenían más probabilidades de progresar para desarrollar una cicatriz pulmonar persistente.
Como hemos dicho anteriormente, la Joroba de Hampton se suele localizar a través de una radiografía de tórax, pero ¿en qué consiste exactamente esta radiografía?
Los rayos X producen imágenes del corazón, pulmones, vasos sanguíneos, vías respiratorias y los huesos del pecho y columna vertebral. En este sentido, una radiografía de tórax puede revelar líquido o aire dentro o alrededor de los pulmones.
Por eso, si un paciente acude al hospital con dolor en el pecho, una lesión o con dificultad para respirar, normalmente le harán una radiografía de tórax. ¿Por qué? Porque esta imagen puede ayudar al profesional de la salud a determinar si tiene problemas cardíacos, un pulmón colapsado, neumonía, costillas rotas, enfisema, cáncer o cualquier otra afección.
Por tanto, las radiografías de tórax son un tipo de examen común y suele ser uno de los primeros procedimientos que se le realizará al paciente si el médico sospecha de una enfermedad cardíaca o pulmonar, aunque también se puede utilizar para saber cómo está respondiendo el paciente al tratamiento.
Lo cierto es que una radiografía de tórax puede revelar muchas cosas dentro del cuerpo, como, por ejemplo, el estado de los pulmones. Esto se debe a que estas radiografías pueden detectar cáncer, infección o acumulación de aire en el espacio alrededor de un pulmón, lo que puede provocar un colapso. Asimismo, pueden mostrar afecciones pulmonares crónicas, como fibrosis quística o enfisema, y detectar problemas pulmonares que se derivan de problemas cardíacos.
Una radiografía de tórax muestra el tamaño y el contorno del corazón. Los cambios en el tamaño y en la forma pueden indicar insuficiencia cardíaca, líquido alrededor del corazón o problemas en las válvulas cardíacas. Además, debido a que los contornos de los vasos grandes cerca del corazón son visibles en las radiografías, pueden revelar aneurismas aórticos, otros problemas de los vasos sanguíneos o cardiopatías congénitas.
Las fracturas de las costillas o la columna vertebral u otros problemas con los huesos pueden verse en una radiografía de tórax, así como la presencia de calcio en el corazón o en los vasos sanguíneos. Precisamente, la presencia de calcio puede indicar grasas y otras sustancias que pueden provocar daño a las válvulas cardíacas, arterias coronarias, músculo cardíaco o el saco protector que rodea el corazón.
Las radiografías de tórax también son útiles para monitorear la recuperación después de haber tenido una cirugía en el tórax, como en el corazón, los pulmones o el esófago, y también se suele realizar después de la colocación de un marcapasos, desfibrilador o catéter, con el objetivo de asegurarse de que todo está bien.
Lo cierto es que, aunque las radiografías de tórax rara vez proporcionan la información suficiente para determinar la causa exacta de la alteración, sí pueden ayudar a determinar si se necesitan pruebas complementarias.