El sistema linfático es una parte del sistema circulatorio e inmunológico. Dentro de él, circula un líquido llamado linfa, que se compone de agua, proteínas, grasas, restos celulares y linfocitos. Generalmente, sus objetivos son alimentar los tejidos, reparar, fabricar, participar en mecanismos de defensa del cuerpo y formar parte de todos los tejidos, a excepción del nervioso.
De esta forma, la importancia del sistema linfático se basa en que transporta líquidos digeridos, procedentes del intestino, hasta el torrente sanguíneo para eliminar las sustancias tóxicas. Pero… ¿Qué ocurre cuando el sistema linfático falla o se bloquea?
Es, entonces, cuando aparece el linfedema, una patología que es incurable. ¿Quieres saber en qué consiste exactamente, cuáles son sus síntomas y tipos o cómo se puede prevenir? ¡Sigue leyendo! Te lo contamos todo en este artículo.
En una palabra, el linfedema es una hinchazón. Como hemos dicho en la introducción, el sistema linfático se encarga de mover el líquido a través del cuerpo, recogiendo desechos, bacterias y virus. En este sentido, cuando este sistema no funciona bien y el líquido se acumula en un tejido, es cuando se produce el linfedema.
Generalmente, esto ocurre porque los ganglios linfáticos están dañados o extirpados, aunque también puede ocurrir sin una razón clara. Además, a menudo, el linfedema es también un efecto secundario del tratamiento del cáncer y puede aparecer años después.
Así, entre las causas del linfedema se encuentra una infección, el cáncer, un tejido cicatricial por radioterapia o extirpación quirúrgica de ganglios linfáticos y afecciones hereditarias, en la que los ganglios no se desarrollan como deberían.
El linfedema puede ocurre en cualquier parte del cuerpo, incluido el pecho, la cabeza y los genitales, pero generalmente ocurre en los brazos y en las piernas.
En el linfedema, la hinchazón puede ser tan leve que apenas se note o, por el contrario, tan severa que resulte difícil mover bien esa parte del cuerpo. Así, entre los síntomas se encuentra una sensación de pesantez, tirantez o plenitud, un alcance reservado del movimiento y de la adaptabilidad y dolor o malestar.
En casos suaves, los pacientes pueden notar que es más difícil ajustar la ropa, como pantalones, guantes o sujetador. Además, los anillos o las pulseras pueden apretar más de lo normal. También es común para las personas que tienen linfedema experimentar infecciones que se repiten, debidos a los cambios en el sistema linfático.
Cuando el linfedema continúa durante un largo periodo de tiempo con un tratamiento escaso, los síntomas pueden llegar a agravarse y los cambios crónicos en la piel pueden llegar a ser más sensibles. Generalmente, en el linfedema crónico, los síntomas son:
A la hora de hablar de tipos de linfedemas, vamos a dividirlos según la causa que lo haya provocado. Así, nos encontramos con dos tipos de linfedema: primario y secundario, es decir, dependiendo de si otra condición de salud subyacente lo causó o no.
El linfedema primario es raro y, generalmente, es una condición heredada que se presenta cuando hay desarrollo anormal del sistema linfático. Aunque la patogénesis del linfedema primario no se conoce totalmente, se cree que es causada por las mutaciones de un gen que afecta al desarrollo del sistema linfático. Esto da lugar a una reducción de la capacidad del individuo de drenar el líquido de la linfa cuando es necesario.
Lo cierto es que la condición genética se sugiere porque hay una alta incidencia de que una persona padezca este tipo de linfedema si alguien de su familia también lo padece.
Dentro de este tipo de linfedemas, se encuentran varias enfermedades, como la enfermedad de Milroy, que comienza en la infancia e implica la función anormal de los ganglios linfáticos.
En cuanto al linfedema secundario, es el más común y, generalmente, ocurre porque el sistema linfático ha sido dañado por algún procedimiento o condición. Es el caso, por ejemplo, tras un procedimiento quirúrgico que implique el retiro o el daño de los ganglios linfáticos.
La radioterapia también puede causar la inflamación del sistema linfático, así como una infección en los ganglios linfáticos, condiciones inflamatorias, como artritis reumatoide o dermatitis y enfermedades cardiovasculares que afecten a la circulación de sangre.
El daño en la piel puede causar una cicatriz importante que dañe el sistema linfático y aumente el riesgo de linfedema, al igual que la inmovilidad, que reduce el movimiento de líquido.
Este tipo de linfedema es muy común en los pacientes que tienen un tratamiento contra el cáncer y sus síntomas se pueden presentar poco después del procedimiento o varios meses después.
Teniendo en cuenta esto último, nos encontramos con los linfedemas agudos o crónicos. El linfedema agudo o temporal, es aquel que surge justo después de una cirugía contra el cáncer, es decir, a corto plazo.
Generalmente, surge después de algunos días, semanas o meses de una cirugía, es de nivel moderado y desaparece por sí solo o con la ayuda de tratamientos leves. No obstante, pese a ello, es importante informar al médico, ya que podría ser una señal de presencia de un coágulo sanguíneo, infección o cualquier otro tipo de problema.
En el caso de que no existan otros problemas responsables de la hinchazón, este linfedema puede ser tratado únicamente con elevar la pierna o el brazo, algunos ejercicios ligeros y algunos medicamentos.
En cuanto al linfedema crónico, este surge paulatinamente a través del tiempo. De hecho, se puede manifestar hasta un año o más tras el tratamiento contra el cáncer. Lo cierto es que el líquido linfático que se acumula en la piel y en los tejidos cutáneos puede ser extremadamente incómodo e impedir la llegada de nutrientes a las células, interferir en la cicatrización de las heridas o, incluso, desencadenar infecciones.
En este tipo de linfedema, es muy importante acudir al médico, puesto que se trata más fácilmente y hay más posibilidades de éxito si se reconoce y atiende en sus etapas iniciales.
Si a la hora de comparar ambos lados del cuerpo notas que hay cambios en el tamaño, forma o color de piel, es esencial acudir a la consulta del médico. El linfedema no se puede curar, pero sí que se puede controlar la hinchazón y evitar que empeore.
Tras haber acudido a la consulta y con un tratamiento establecido, puedes seguir una serie de indicaciones para que la hinchazón no vaya a peor. Por ejemplo, evitar hacer uso excesivo del brazo, pierna o parte del cuerpo afectado, tener buenas prácticas de higiene en la piel y asegurarte de que las prendas de comprensión no queden ceñidas.
Asimismo, si sientes dolor en el brazo, puedes acostarte y levantarlo sobre el nivel de tu corazón. También puede ayudar realizar ejercicio de forma habitual, pero sin cansar demasiado la parte en la que se encuentra el linfedema.
Después de una cirugía o radiación que afecte a los ganglios linfáticos, es importante mantener el brazo o la pierna afectados por encima del corazón, así como evitar la ropa ajustada y las joyas, no aplicar hielo ni calor y no cruzar las piernas mientras se está sentado.
Además, para facilitar la circulación linfática, puedes evitar permanecer de pie durante largo periodos de tiempo, tener cuidado con las exposiciones prolongadas a los rayos del sol, vestir prendas holgadas, no levantar pesos excesivos con los brazos y realizar los ejercicios de drenaje linfático.
Por otro lado, para evitar infecciones, puede protegerte las manos con guantes para realizar tareas domésticas, cuidarte muy bien las heridas y quemaduras y tomarte la presión arterial, realizar extracciones o ponerte inyecciones en el brazo contrario.