A pesar de que el maltrato infantil es un fenómeno universal, todavía no se conocen con exactitud el número de casos existentes, especialmente cuando este tipo de violencia es intrafamiliar, dado que, en numerosas ocasiones, no se denuncia. Esto hace que el número real de menores maltratados se desconozca.
En España, al igual que en el resto de países, existe una enorme dificultad para disponer de datos sobre la protección a la infancia. No obstante, existen varias organizaciones no gubernamentales que han señalado tasas de prevalencia del maltrato infantil intrafamiliar.
Sea como fuese, la mejor forma de paliar esta lacra de la sociedad es a través de la prevención. Y, en ese sentido, el personal de enfermería también juga un papel importante. ¿Quieres saber cómo? ¡Te lo explicamos en este artículo!
Existe una evidente falta de unidad en la comunidad científica que impide la homogeneidad entre las distintas definiciones de maltrato infantil. Estas definiciones varían en función del contexto en el que se han formulado.
Algunos investigadores consideran como maltratados a aquellos menores que han sido dañados, aunque sea de modo inintencional por los padres, mientras que otros requieren que el daño producido al niño sea intencionado. Por otro lado, algunos autores centraron su definición en los comportamientos o acciones que realizan los adultos.
A pesar de la inexistencia de esta homogeneidad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define el maltrato infantil como los abusos y la desatención de los que son objeto los menores de 18 años, e incluye todos los tipos de maltrato físico o psicológico, abuso sexual, desatención, negligencia y explotación comercial o de otro tipo que causen o puedan causar un daño a la salud, desarrollo o dignidad del niño, o poner en peligro su supervivencia, en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder. La exposición a la violencia de pareja también se incluye a veces entre las formas de maltrato infantil.
En este sentido, existen varios tipos de maltrato infantil que son importantes conocer y diferenciar. En concreto, son cuatro grandes categorías: abuso sexual, maltrato físico, negligencia y maltrato emocional.
El primero de ellos es el maltrato infantil físico. La OMS define el maltrato físico como “el uso deliberado de la fuerza física contra un niño, de modo que ocasiones perjuicios para la salud, supervivencia, el desarrollo o la dignidad del niño”. En este sentido, las manifestaciones clínicas por violencia física se caracterizan por su multiplicidad, por ser de diferente intensidad y de la más variada localización.
Por otro lado se encuentra el maltrato infantil psicológico/emocional, que se produce cuando se manifiesta una “reiterada dejación por parte de un progenitor o cuidador, que mantiene al niño en un entorno inapropiado a su desarrollo y carente de apoyo”. El maltrato emocional no solo implica la ausencia de una figura de apego primario, sino también la ausencia de un entorno evolutivamente adecuado, en el que el niño pueda desarrollar aspectos emocionales y sociales, que potencien una salud mental adecuada.
La negligencia es aquella situación de desprotección, donde las necesidades físicas del niño no son atendidas temporalmente o permanentemente por ningún miembro de la unidad familiar. Este sería el maltrato infantil por negligencia y abandono. El criterio de cronicidad en este tipo de acciones, determinará la gravedad del maltrato, siendo los efectos sobre el desarrollo físico, cognitivo, social, emocional y conductual devastadores.
Por último, el abuso sexual consiste en la participación de un niño en una actividad sexual que no comprende plenamente, a la que no es capaz de dar un consentimiento, o para la que por su desarrollo no está preparado y no puede expresar su consentimiento, o bien que infringe las leyes o los tabúes sociales.
El abuso sexual, comprende distintas modalidades que se dividen dependiendo de la relación entre la víctima y el abusador en: violación o paidofilia, delito sexual homo o heterosexual contra los niños; comercio sexual entre un adulto y un adolescente; e incesto, relación sexual entre parientes cercanos.
Una vez sabemos cuáles son los tipos de maltrato infantil que existen, debemos tener en cuenta también los niveles de gravedad, que pueden ser leve, moderado o grave.
En el maltrato leve, la conducta maltratante no es frecuente y su intensidad es mínima. Los efectos del maltrato recibido no han provocado daños en el menor ni se prevé que se produzcan. Si se ha producido daño, no es significativo por no requerir intervención o tratamiento especializado.
En estas circunstancias se procurará siempre que sea posible, la intervención desde el propio ámbito que haya detectado el maltrato, en colaboración con los Servicios Sociales de las corporaciones locales, quienes prestarán el apoyo y asesoramientos necesarios.
Cuando el maltrato recibido, por su intensidad o frecuencia, provoca daños en el menor, o se prevé que puedan producirse en un futuro, se trata del maltrato moderado. Por tanto se requiere de algún tipo de intervención o tratamiento especializado, así como el establecimiento de un plan de intervención interdisciplinar y personalizado por parte de los Servicios Sociales, de las corporaciones locales en coordinación con los servicios educativos y sanitarios, entre otros, para salvaguardar la integridad del menor dentro del núcleo familiar.
Por último, el maltrato grave se produce cuando hace peligrar la integridad física o emocional del menor; provocar daños significativos en su desarrollo; existe un alto riesgo de que puedan volverse a producir los episodios de maltrato; o bien el niño es muy pequeño o padece algún tipo de enfermedad o discapacidad que lo hacen especialmente vulnerable.
Estas circunstancias podrán implicar la adopción de una medida protectora por parte de la Delegación Provincial de la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social, o en su caso, la derivación a los Servicios Sociales de la corporación local para un tratamiento especializado.
El maltrato infantil ha aumentado en la última década y eso ha llevado a la necesidad de mejorar los mecanismos de coordinación interinstitucional en la prevención y atención de casos de maltrato infantil, para así poder ayudar a la formación específica de los profesionales que se enfrentan a estos casos y mejorar su coordinación con el fin de lograr una detección precoz y una mejoría de la atención a los niños victimas de maltrato.
Los profesionales sanitarios no han considerado que les concerniera el maltrato infantil salvo en la atención de las lesiones físicas. La misión ha sido tratar, exclusivamente, la enfermedad, sin atender los problemas sociales. El desarrollo de la pediatría, la puericultura y de las campañas médico sociales de protección a la infancia en la segunda mitad del siglo XIX suponen el comienzo del reconocimiento del maltrato infantil como una entidad clínica.
No obstante, en la actualidad, lo cierto es que poseen una responsabilidad muy importante a la hora de identificar, precozmente, al niño maltratado, cuidar su salud, solicitar ayuda a los organismos de protección de menores y fomentar programas de prevención, apoyo y seguimiento.
Es por eso que los profesionales que atienden a la infancia, sanitarios, educadores y trabajadores sociales, deben estar capacitados para realizar la detección precoz del maltrato infantil y conocer los circuitos existentes para su derivación, con el fin de tratar este problema y evitar la repetición de episodios posteriores que puedan ser más graves.
Se estima que entre el 1 y 7% de los niños que reciben atención sanitaria pueden haber experimentado algún tipo de maltrato que no ha sido detectado. Y si se detectan y no existe un sistema de vigilancia y registro de casos, mucho menos son investigados.
De entre los diferentes profesionales de la salud, la enfermería tiene un papel fundamental a la hora de asegurar la mejor atención integral para el niño. No obstante, lo cierto es que su función no debe limitarse a ello, puesto que se enfrenta a un problema social y, por ello, es necesario que también sea capaz de reconocer los posibles casos de maltrato infantil.
Este reconocimiento hará que disminuyan los casos que pasan desapercibidos. De hecho, tienen una responsabilidad directa y, en muchas ocasiones, son el único agente que interviene, puesto que están obligados a denunciar un posible maltrato infantil, aunque solo tengan la sospecha.
El personal de enfermería es consciente de la gravedad del maltrato infantil, pero existen dudas en relación a su competencia profesional, compromisos legales, vías de notificación, implicación, etc.. Pese a ello, hay una serie de cosas que el enfermero debe saber y puede hacer.
En primer lugar, debe saber los conocimientos básicos relativos a la protección de la infancia y prevención del maltrato infantil, así como distinguir las principales estrategias de prevención a seguir en estos casos.
Ello le llevará a conseguir realizar una detección precoz de cualquier tipo de maltrato infantil y de las familias de alto riesgo y sensibilizar ante la necesidad de abordar y prevenir el maltrato. También debe conocer los métodos de intervención necesarios para proteger y actuar ante los niños en situación de maltrato.
En definitiva, el papel de la enfermera es fundamental en la prevención y detección precoz del maltrato infantil, pero son diversos los estudios que demuestran la falta de conocimientos por parte de la enfermería a cerca de su papel.
Existen tres tipos de prevención: primaria, secundaria y terciaria.
La detección precoz de situaciones de riesgo, el conocimiento de indicadores, la evaluación, el diagnostico clínico, la derivación del caso a las instancias correspondientes y la colaboración con ellas también forman parte de la prevención.
Como hemos dicho anteriormente, todos los profesionales de la salud están obligados legalmente a intervenir ante un caso, o sospecha, de maltrato infantil. En los servicios sanitarios, la intervención y denuncia ha de realizarte cuando un diagnóstico es compatible con un posible maltrato infantil.
Lo cierto es que cuando hay sospecha de algún tipo de maltrato, lo más probable es que lo haya o lo pueda haber en un futuro. Por eso, los profesionales también tienen la obligación de notificar en estos casos.
Cabe destacar que el maltrato es un problema de salud pública que debe abordarse de forma integral e incumbe a los sanitarios, pero no exclusivamente a ellos. Este problema requiere de la intervención de diversos sectores y profesionales.
Además, existe un Protocolo de intervención desde el ámbito sanitario, en el cual el papel del enfermero es muy importante, y que consta de las siguientes etapas: detección, notificación, valoración (diagnostico, gravedad, riesgo vital y riesgo de desprotección), tratamiento, seguimiento y colaboración con otras instituciones.